Señora, después de haberme maravillado y encantado de vuestras victorias durante cuatro años seguidos, me maravillo más aún de vuestras fiestas. Me cuesta trabajo comprender como ha logrado vuestra Majestad Imperial que el Mar Negro llegue a una llanura cerca de Moscú. .
Me postro a los pies de Vuestra Majestad Imperial para pedirle muy humildemente perdón por haberme atrevido a molestarla con mis importunidades miserables.
Haré más, señora reprimiré mi charlatanería. Comprendo que fastidio a la conquistadora, a la legisladora, a la bienhechora: me es permitido adorarla, pero no me es permitido fastidiarla con exceso. Hay que poner límites a mi celo y a mis temeridades. Hay que limitarse, a pesar suyo, al más profundo respeto.
Sabía muy bien que la muy ilustre Catalina II era la primera persona del mundo entero, pero no sabía que fuese mágica.
SALUDOS DE